Tomates que aún saben a tomate.
28·06·2017 | NOTICIA IMIDA | DEPARTAMENTO DE PRODUCCIÓN VEGETAL Y AGROTECNOLOGÍA | EQUIPO DE FRUTICULTURA
El Imida guarda 7.000 variedades agrícolas en las que las empresas se fijan para devolver sabores originales al mercado.
La búsqueda de cultivos exportables capaces de mantener un aspecto atractivo y uniforme durante más tiempo ha traído una consecuencia indeseada que todos hemos oído resumida en esta sentencia: «Los tomates ya no saben a tomate». Jesús García Brunton, responsable del equipo de Fruticultura del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agraria y Alimentario (Imida), lo confirma: «Se ha primado la mejora comercial por encima del consumidor». Esta tendencia lleva ahora camino de revertirse. «Las empresas están mostrando un renovado interés por recuperar sabores de antaño», explica la investigadora Elena Sánchez López, también del Imida. Esta experta en especies hortícolas cita como ejemplo a una conocida marca de melones también local, «muy preocupada por recuperar viejas características», y, cómo no, a unos productores de tomate de Águilas «que nos han pedido semillas de variedades antiguas» para rescatar el sabor.
Hoy en día, apunta García Brunton, «el consumidor acaba muchas veces rechazando el producto porque no cumple con sus expectativas». Las empresas están tomando conciencia de ello, sobre todo las productoras de semillas, que, en boca de Sánchez, «se están poniendo las pilas». También existe una mayor preocupación «por conseguir que lo que comemos nos beneficie» y no solo nos alimente. Es la llamada «nutracéutica», que ha encontrado que la mayoría de variedades tradicionales «poseen un mayor número de compuestos nutracéuticos que las variedades comerciales híbridas». Juan Molina, presidente de la productora jumillana Casa Pareja, añade que las tradicionales además «producen frutos de muy alta calidad y están mejor adaptadas» a cada zona, por lo que , por ejemplo, necesitan menos pesticidas.
Con tantos parabienes se ha azuzado el interés de las empresas por las variedades tradicionales que guardan los bancos de germoplasma. Uno de estos grandes depósitos de conservación y estudio de especies agrícolas se encuentra en Murcia. Está gestionado por el Imida, dependiente de la Consejería de Agricultura, y José García y Elena Sánchez son sus responsables. En sus registros figuran más de 6.000 semillas de hortalizas y de plantas silvestres, que pueden resultar útiles «para recuperar áreas devastadas por la actividad industrial», ejemplifica García. Además, cuenta con más de 800 variedades de cultivos leñosos, entre cítricos, frutales y moreras, en las que tiene «una de las colecciones más importantes de Europa», apunta Sánchez.
Un millar de sus referencias hortícolas son originarias de la Región. Fueron obtenidas y perfeccionadas por los agricultores locales durante años de selección y adaptación a las condiciones y los gustos de la zona. El resto proviene de otras latitudes, ya que «no solo se trata de tener las variedades antiguas», sino también la mayor diversidad. De ahí que el banco intercambie material vegetal con otros centros a través una red nacional y otra internacional que las interconecta. La mayor de estas entidades es el Banco Mundial de Semillas de Svalbard, en Noruega, financiado, entre otros, por la fundación de Bill Gates. «Ahí seguro que tienen semillas nuestras», afirma Sánchez.
El de Svalbard, con casi un millón de muestras, aprovecha el frío nórdico para mantener sus semillas. El banco de germoplasma murciano (Bagerim) es distinto. No se limita a una colección de estanterías con material vegetal. Las semillas hortícolas sí son susceptibles de almacenarse en pequeños recipientes bajo unas condiciones apropiadas. Pero no basta. Cada varios años, unos diez, aunque depende de cada caso, conviene plantarlas para renovar su material biológico y de paso investigarlas mejor. Este proceso, por el que pasan entre 100 y 200 variedades cada año, está muy controlado para que el material vegetal no se mezcle. Una vez obtenidas las nuevas semillas, vuelven a conservarse en el banco de germoplasma.
En el caso de las especies leñosas, la técnica de conservación es aún más aparatosa, aunque bastante obvia: se cultivan en fincas. El Imida cuenta con terrenos en el Campo de Cartagena, Bullas Jumilla y Murcia, por ejemplo, donde crecen 2.500 árboles, tres por cada variedad, con el objetivo exclusivo de mantenerlas en el catálogo del banco.
Este gran inventario de material biológico es de propiedad pública, así que nadie puede extraerlas para comercializarlas sin más. El Imida sí las facilita «a particulares para consumo propio, a proyectos de mejora y para la investigación», aclara Sánchez. Pero si una empresa busca en su catálogo los sabores antiguos que le permitan revitalizar el mercado el procedimiento es otro. En ese caso precisará de más semillas y variedades y de una investigación relacionada, y eso solo lo podrá obtener firmando acuerdos de colaboración que tambíen beneficien al Imida.
Sánchez detalla que ya «hay programas de mejora para obtener con hibridaciones simples variedades tradicionales ligeramente mejoradas que mantienen el sabor de antes y toleran un cierto transporte». A la agricultura regional solo le queda «competir en calidad, porque en coste de mano de obra no es posible». Ahora además, añade García, se busca una distinción frente a la «uniformidad que se ha estado persiguiendo». La carrera por la eficacia emprendida «por las cadenas de distribución ha tendido a simplificarlo todo y de camino hemos perdido cultura de lo que comemos».
García advierte de que la tendencia de los últimos 40 años hacia inviernos menos fríos, «impide que ahora se puedan cultivar bien quizá el 80% de especies que se plantaban entonces en la Región». Se necesitarían introducir mejoras para sacarlas adelante, y esas mejoras es lo que ofrecen la multitud de variedades conservadas en el banco.
Además, continúa Sánchez, «con los problemas del campo murciano, algún cultivo puede dejar de ser rentable y entonces se podrá echar mano del banco de germoplasma para reemplazarlo por otro».
De momento, «recuperar el sabor es de interés para las empresas y los consumidores», expone García. La media docena de compañías de semillas que se acercaron a conocer las variedades tradicionales de tomate que expuso el Imida en una jornada a principios de mes dan fe de ello. Hace unos años, a este tipo de actividades, simplemente no asistía ninguna.
Fuente: http://www.laverdad.es/murcia/tomates-saben-tomate-20170627001527-nt.html